El segundo hijo: ¿cómo dividirse en dos?

Creo que toda mi vida he tenido muy claro que tendría mas de un hijo y que intentaría que se llevaran menos de 4 años. En gran parte supongo que esto está condicionado por mi propia experiencia personal. Yo fui hija única hasta los 14 años y recuerdo envidiar durante toda mi infancia a los niños que tenían hermanos. Frecuentemente miraba en la playa, en los restaurantes, en los centros comerciales a aquellos que estaban jugando con su hermano y me provocaba cierto sentimiento de soledad. Aún a día de hoy, aunque mi hermano es maravilloso y no lo cambiaría por nada, siento que me pierdo y me he perdido muchas cosas por el hecho de que no tengamos la misma edad. Me habría gustado que hubiéramos ido a la vez a la universidad, haber compartido los largos días estudiando y también las noches de fiesta. También me gustaría que mis hijos tuvieran primos de su edad y que compartiéramos la experiencia de la paternidad. Aunque soy consciente de que en muchos casos la gente tiene hermanos con los que se lleva pocos años y se llevan mal o incluso no tienen relación, siempre tuve claro que intentaría que mis hijos tuvieran un compañero de juegos, de experiencias, de vida en general.

Por este motivo, cuando nuestra hija tenía año y medio decidimos ir a por un segundo hijo. Y así fue; ellos se llevan 28 meses y ahora tienen 19 meses y casi cuatro años.

Mi hija mayor fue primera nieta y sobrina en las dos familias y prácticamente primera niña en todos nuestros grupos de amigos. Este hecho, junto con el hecho de que aprendiera a hablar muy rápido hizo que se acostumbrara a recibir mucha atención. Cuando nació mi hijo menor cuidamos todos los detalles; la explicamos muy bien que iba a tener un hermano y que yo estaría unos días en el hospital y luego volvería a casa. Ella lo entendió y aceptó muy bien. Cuando llegó el parto se quedó con sus abuelos y los cuatro lo hicieron fenomenal intentando que no se sintiera apartada. El día que vino a conocer a su hermano estábamos los cuatro solos; mi marido y yo se le presentamos y en todo momento aceptó que era uno mas en la familia; de hecho, cuando le dimos “el regalo que la había traído el bebé” se puso muy contenta.

A la llegada a casa y durante mas de un año, no creo que mi hija haya sentido celos en ningún momento. Podemos decir que cada uno tenía su lugar; ella era la que hablaba, jugaba e interactuaba y él era un bebé.

Sin embargo, a partir de los 15 meses la cosa ha cambiado. Mi hijo ha empezado a andar, a comunicarse con ciertas palabras y a reclamar su espacio como niño. Todo le llama la atención y no es capaz de estar quieto en el mismo sitio mas de 30 segundos. Ha entrado en una edad en la que ya va adquiriendo cierta autonomía pero no es consciente de ningún peligro, por lo que necesita una supervisión constante.

Durante los últimos meses, mi hija ha tenido que ver como nuestras largas conversaciones y juegos se han visto mermados. También se ha tenido que acostumbrar a que el tiempo que dedico a ella de forma individual a veces se ve interrumpido porque su hermano se ha caído, está llorando o se ha acercado a algo peligroso. Mi hijo también ha desarrollado una gran atracción por todo lo que hace su hermana por lo cual por mucho cuidado que tengamos no podemos evitar que a veces coja sus juguetes y a menudo acaben destrozados. Por otro lado, todos sabemos que los niños entre el año y los dos y medio, están muy graciosos y todo el mundo les mira y les dice cosas; sin embargo, a partir de los 3 años esta “gracia” empieza a desaparecer y empiezas a pasar desapercibido. Mi hija ya no llama la atención por saber hablar ni por estar “mona”, ni por todas las cosas por las que antes la llamaba ya que “es mayor”. Ahora es a su hermano al que le dicen cosas y al que dirigen los piropos.

Durante estos mismos meses mi hijo ha empezado a descubrir el mundo; cada día quiere aprender cosas nuevas, tocar todo, aprender a decir nuevas palabras, probar nuevos sabores… Esto forma parte de la vida y para todo esto necesita la ayuda de sus padres, los cuales, aunque él aún no lo entienda son compartidos con otra persona. Tiene auténtica adoración por su hermana pero aún no sabe jugar con ella.

Y en medio de todo esto nos encontramos los padres. Nosotros intentamos pasar tiempo en familia y que hagan cosas juntos sin que pierdan su individualidad. Cuando estamos los dos es relativamente fácil ya que cuando nos necesitan los dos, podemos ir cada uno con uno. La mayor dificultad aparece cuando uno está solo. Muy frecuentemente me encuentro con situaciones en las que por ejemplo mi hija me está contando algo importante para ella y a la vez mi hijo me coge de la mano para ir a ver algo que le interesa. Cuando tengo que decantarme por ayudar a uno de los dos me parte el corazón la cara que pone el otro. Intento ser justa e ir cada vez con uno o con el que lo necesita más pero sé que ellos muchas veces sienten celos del otro. Y entonces viene la culpabilidad y sobretodo el miedo; miedo a que se acaben llevando mal, a que se sientan desatendidos y a que el día que nosotros no estemos no sean el uno un apoyo para el otro.

Lo que nosotros estamos haciendo son varias cosas:

  • Intentar que cuando compremos algo a uno compremos también algo al otro, a ser posible lo mismo 
  • Señalar a nuestra hija mayor cuando su hermano la imita o va detrás de ella lo mucho que la quiere y admira 
  • Si uno quita algo a otro o le pega (aunque esto último apenas se da) castigamos al que ha actuado mal 
  • Intentamos hacer cosas en las que puedan jugar juntos y participar los dos 
  • Cuando uno defiende o apoya al otro le felicitamos y le explicamos lo contentos que estamos 
  • Intentamos que ambos pasen de vez en cuando tiempo a solas con mamá y a solas con papá 
  • En días importantes como cumpleaños intentamos que uno no quite el protagonismo al otro 
  • Insistimos en que cuando estén sin nosotros sean un equipo y se ayuden 
  • Intentamos empatizar con lo que sienten ambos 


Por el momento creo que la cosa va bastante bien, aunque como es lógico no son pocas las ocasiones en que el fantasma de los celos reaparece. Sin embargo, en líneas generales creo que estamos consiguiendo el objetivo de que se quieran y que entiendan que no tienen que competir porque lo que hay en casa siempre se va repartir a partes iguales entre los dos. En cualquier caso es muy complicado y si una cosa tengo clara es que todos los padres hacemos lo que podemos para que todos nuestros hijos se sientan igual de importantes y queridos. No quiero acabar sin hablar de los padres que tienen más de dos hijos; para mi sois auténticos héroes. Supongo que en las familias numerosas hay menos competitividad entre hermanos; sin embargo, eso no evita que cada hijo necesite su atención individualizada y su protagonismo. Esto implica mucho esfuerzo y sacrificio para los padres. Mi recomendación es que de vez en cuando dejéis algo de tiempo para vosotros y que tengáis la gran motivación de que todo sacrificio tiene su recompensa y la vuestra será el que tanto vosotros como vuestros hijos disfrutareis siempre de una familia grande.

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